Un amigo me dijo una vez, no hace mucho, que no cree en la suerte ni en las coincidencias. Él cree firmemente que lo que hacemos en la vida nos lleva a donde necesitamos estar. Asà de sencillo. Hace dos semanas, recibà un correo electrónico de una persona de mi universidad, que ha apoyado a mi empresa desde que la lanzamos, con la oportunidad de ir a Sudáfrica. El compromiso era asistir a una conferencia global de inversionistas ángeles en Durban y presentar mi empresa en lo que se dijo ser una presentación de cuatro minutos sin preguntas garantizadas. Para aquellos familiarizados con el espacio empresarial, esto es todo un desafÃo. Para quienes no lo conocen, esencialmente tienes ese tiempo para convencer a personas que pueden no tener el conocimiento para entender tu mercado de que lo que estás haciendo es real y prometedor.
El representante de la conferencia con el que hablé me dijo que lo pensara, ya que era algo súbito y un largo viaje por delante. Trabajé en mis diapositivas durante dos dÃas seguidos sin saber si iba a ir. A la mañana siguiente, cuatro dÃas antes del viaje, recibà una llamada de confirmación y tuve que reservar el vuelo de inmediato. Mi equipo habÃa estado involucrado desde el principio y mostraron su apoyo pero también confiaron en mà para asumir este desafÃo. Asà que lo reservé. Fui al trabajo de mi mamá, le conté la noticia y fui a seguir trabajando en la presentación.
Llegó el dÃa y estaba lloviendo, pensé que el vuelo podrÃa cancelarse, pero para mi sorpresa, no hubo demoras. Primero tuve un vuelo de una hora de Miami a Atlanta, luego una breve escala. Después de esto, tuve mi vuelo más largo, que fue de quince horas a Johannesburgo. TenÃa el asiento del medio, estaba nervioso por mi presentación y estaba cansada de todos los dÃas anteriores que llevaron a este viaje inesperado. Necesitaba descansar. Luego, se sentó a mi lado un tipo ruidoso. No dejaba de moverse, hablaba en un idioma que nunca habÃa escuchado en mi vida con sus amigos que estaban trás y se movÃa nervioso. Inmediatamente pensé que no iba a poder descansar. Para mi sorpresa, fue el mejor desconocido con el que me he sentado. Hablamos de pelÃculas, agricultura, fÃsica, problemas familiares, deportes acuáticos, relaciones, inseguridades, negocios, adultos mayores y próximos viajes. Al final, me regaló una pulsera con la palabra "respira" en código morse para ayudarme mientras hacÃa la presentación. La usaba para recordarse a sà mismo que respirara cuando su ADHD se activaba, y decidió dármela a mÃ. También me recomendó una de las mejores cervezas que he probado en mi vida.
Pensé que la conferencia comenzarÃa al dÃa siguiente de mi llegada, como me habÃan dicho. Pero no fue asÃ, asà que aproveché y me puse mi sombrero de turista. Realmente se notó porque todos en la calle se daban cuenta que no era de allà y se acercaban, a veces de manera agresiva, para intentar sacar algún provecho. Al principio se sintió bien recibir la atención y incluso me dio un impulso de confianza, pero luego se volvió abrumador y tuve esta sensación de acoso. Me sentÃa insegura. No conocÃa a nadie y decidà quedarme en el hotel. Decidà reservar una excursión para no estar en esa área durante el dÃa.
Me sentà como una reina ese dÃa. TenÃa un guÃa turÃstico para mà sola que me condujo por la ciudad y me enseñó cosas. Fue un dÃa encantador. Me di cuenta de que tenÃa muchas ideas equivocadas sobre Sudáfrica, también aprendà algo de su historia a través del movimiento en el que participó Mandela. Esto me afectó profundamente. Seguà reflexionando sobre cuánto nos quejamos cuando algo no sale como queremos. Ver sus retratos y leer sus palabras, después de ser injustamente encarcelado durante veintisiete años de su vida donde ni siquiera se le permitÃa ver a sus seres queridos o tener una celda decente, me llenó de tanta resistencia que ha tenido un impacto duradero en mÃ. La última experiencia de este hermoso dÃa fue que el guÃa turÃstico se seguÃa perdiendo. Perdimos tres horas porque no tenÃa servicio celular y también evitaba tomar la ruta más rápida y segura porque tenÃa peajes que no querÃa pagar. Me quedé dormida al principio debido al jet lag, asà que no me importó. Tampoco estaba al tanto de la situación. Sin embargo, de regreso, cuando oscureció y me di cuenta de que estábamos dando vueltas durante cuarenta minutos por carreteras inseguras, lo enfrenté. Me pidió dinero para pagar los peajes. Terminé pagando el peaje e instruyéndolo para que me llevara al hotel lo antes posible. Su jefe lo llamaba y él no contestaba, asà que estaba despierto buscando cualquier señal. Sentà miedo de él y eventualmente me dijo que me pagarÃa de vuelta y me pidió que no me quejara con la empresa. HabÃa pagado mucho dinero por esto y allà estaba sentado en el asiento del copiloto, asustado, solo y sin señal. Asà que me quedé en silencio hablando con Dios para qué me ayudara en esa situación. Al final, le dije que no se trataba del dinero. Ni siquiera recuerdo lo que dije, pero lo dije con calma. Cuando llegamos al hotel, unas dos horas después, le dije que no le dirÃa a su jefe y que tenÃa que asumir la responsabilidad para que no volviera a suceder. ParecÃa agradecido y simplemente dejé ir. Me quedé en el hotel un dÃa completo después de eso porque ya habÃa tenido suficiente y necesitaba concentrarme en mà y en mi presentación.
Llegó la conferencia. Fue extraño estar en una habitación llena de personas con tÃtulos importantes. También me sorprendió saber que el presidente de Colombia habÃa sido invitado y habÃa enviado una carta disculpándose por no poder asistir, pero al mismo tiempo apoyando la misión de la conferencia. Estaba rodeada de ministros de gobiernos africanos, embajadores mundiales e incluso miembros reales de paÃses de los que nunca habÃa oÃdo hablar. Me preguntaba por qué estaba allÃ. De repente, tuve esta sensación de que estaba allà porque debÃa estar allÃ. Incluso si no sabÃa la razón en sÃ. No tenÃa que saberlo, pero esta sensación era suficiente razón para que valiera la pena. Comencé a acercarme a las personas para hablar. Me involucré más y comencé a sentirme parte de la conferencia en lugar de una vÃctima aleatoria o, aún más, "la empresa que se coló". Asà se sentÃa al principio, me dieron un distintivo que tenÃa el nombre de otra persona y mi stand de exhibición tenÃa el nombre de otra empresa. Tuve que explicar la historia una y otra vez sobre cómo era el reemplazo de una empresa que inicialmente fue seleccionada para ir.
Tuvimos una sesión de mentorÃa donde personas asignadas dieron retroalimentación sobre la presentación para el dÃa siguiente. Todos estaban con más empresas o solo con un mentor, pero yo tenÃa dos mentores. Alguien más de la conferencia se unió y me preguntó si estaba bien que me diera retroalimentación también. Recuerdo recitar la presentación como si fuera lo único. Ambos se quedaron en silencio por un momento. Dijeron buen trabajo. Luego, todo empeoró. Primero me dijeron que la presentación duraba tres minutos y no cuatro. Luego, empezaron a hacer un montón de preguntas. Respondà de manera aparentemente segura y correcta. Pero me sentà atacada. Pasamos media hora discutiendo sobre lo que era feo, lo que no funcionarÃa y hasta por qué no serÃamos exitosos. Todo lo que querÃa yo era retroalimentación sobre mi presentación. Sin embargo, estaba claro que iba más allá de eso. Todos llegamos a un punto en el que sabÃamos que estábamos hablando de dos cosas diferentes. Uno de ellos lo dejó claro para diferenciar de dónde venÃa su perspectiva. Le respondà que entendÃa y le pregunté si podÃa guiarme sobre lo que la presentación en sà misma necesitaba para mostrar ese enfoque al que se referÃa con todas estas preocupaciones que se plantearon durante la discusión. Empecé a calmarme y empezamos de nuevo. Al final de la charla, habÃamos trabajado en los cambios y también reconocà que tenÃa que pasar algún tiempo pensando en lo discutido para el futuro de la empresa.
Regresé a casa después de todos los eventos del dÃa. Tomé algunas de sus sugerencias y corté algunas cosas de mi presentación de cuatro minutos. Practiqué, practiqué y practiqué más. Lloré, me frustré y luego practiqué más. Luego me fui a la cama pensando que me habÃa preparado mucho para esto y que iba a aprovechar al máximo la experiencia disfrutando de todo lo que estaba sucediendo. Asà que llegué allÃ. Se suponÃa que mi presentación serÃa a las 10:42 am. Practiqué tres veces esa mañana, me peiné, me vestÃ, me maquillé, tuve toda mi charla de autoconfianza frente al espejo, me tomé una selfie de motivación y, lo más importante, hablé con Dios. La gente comenzó a presentar sus empresas y pude decir que su tiempo era precioso y no lo estaban aprovechando. Estaban nerviosos, no estaban preparados, tenÃan muchos problemas logÃsticos y fallaban al entregar el mensaje. También los vi responder negativamente a la presión del tiempo y a las miradas de los jueces. Descubrà que cuatro de los jueces resultaron ser personas con las que habÃa tenido muchas interacciones antes. Dos de ellos eran los mentores del dÃa anterior, uno habÃa desayunado conmigo y también me habÃa dado muchos comentarios antes de la presentación sobre mi empresa en general, y el último era tan casual que solo hablamos de fútbol y viajes. Cuando llegó mi turno, dije en tono de broma: "Hablemos sobre las canas" (lo que supongo que fue más incómodo que gracioso porque hubo silencio), y me conté a mà misma desde tres o cuatro para calmarme y empezar. Mis tres minutos pasaron rápido y sentà como si no hubiera sido yo quien hubiese hablado. Sentà que me desmayé. Recuerdo hacer contacto visual con algunos de estos jueces para que me anclaran y mirar brevemente la pulsera cuando estaba me sentÃa acelerado. Estaba feliz de haberlo hecho sin dudarlo y creo que también se notó asÃ. Se sintió como si hubiera ganado esta confianza que no puedo describir de la noche a la mañana. Ni siquiera habÃa terminado y la gente ya me estaba felicitando por mi actuación. Lo que no sabÃan es que venÃa con todos estos pensamientos y allà estaba con una perspectiva cambiada de la noche a la mañana. Ahora creo que simplemente no sucedió de la noche a la mañana. Conocà gente, aprendà cosas, escuché a otros y, lo más importante, a mà misma. Vivà experiencias y trabajé en cosas fuera de mi zona de confort que me permitieron estar allÃ, en ese momento y con esa actitud.
Siete horas después se anunció que estarÃa entre los cinco primeros de la competencia. Esto significa acceso a inversión del fondo global que organiza la conferencia. También significa el comienzo de un nuevo proceso que nos llevará a mà y a mi equipo más allá de lo que este viaje ha logrado hasta ahora. Mi equipo seguÃa diciéndome que lo disfrutara porque serÃa un buen viaje de todas formas. Me decÃan que no me preocupara por el resultado y que no me enfocara en eso. Pero a medida que crecÃa cada dÃa con estas experiencias, sabÃa en lo más profundo de mà que estaba trabajando más allá de disfrutar este viaje. Estaba trabajando en mà misma. Aunque los escuché y disfruté del proceso, las prácticas nocturnas, el networking y, en última instancia, un merecido safari y una comida elegante, también me propuse regresar a casa más fuerte para mà y para mi equipo. Y también me sorprendà a mà mismo al obtener un mejor puesto de lo previsto. Asà que, si me preguntas, estoy de acuerdo con mi amigo. No tuve suerte. No fue una coincidencia que una empresa terminara de recaudar fondos y ya no necesitara ir a esa conferencia. No recibà simplemente un correo electrónico, tomé tres vuelos al azar o hice una presentación de tres minutos. Esto comenzó mucho antes, y cada parte tuvo su propia parte significativa en el proceso.
Estas experiencias de vida no habrÃan sido posibles sin:
Dios (creo firmemente que esto estaba en sus planes para mÃ. Aunque es difÃcil de explicar, he visto su obra y me sorprende más cuanto más me rodeo de su palabra).
Mi equipo por confiar en mà para emprender este viaje y siempre apoyarme.
El hombre del avión que es un dador alegre. Su acto de amabilidad es una de las formas más puras de afecto, y este desconocido se tomó la molestia de regalarme algo que es especial para él. También me recordó las personas que deberÃamos esforzarnos por ser a diario.
Las dos mujeres en el bar que me dieron la bienvenida a su ciudad porque sus palabras alentadoras me envolvieron con amor. El hecho de que no me conocieran pero pudieran hablar tan bien de mà ya hablaba de mis inseguridades internas.
El guÃa turÃstico por ponerme en una posición de vulnerabilidad para crecer en carácter. Por hacerme ejercitar mis habilidades de perdón y permitirme tomar el control de mis palabras y acciones.
Los mentores de la sesión de taller de presentaciones por ponerme en una posición incómoda para crecer como lÃder. Por apoyarme mientras estaba en el escenario para superar la presión y, lo más importante, por permitirme ejercitar mis habilidades de escucha para aprender y cambiar mi perspectiva sobre mi negocio.
Los lugareños que me regalaron harina de maÃz, me cocinaron, me enseñaron su cultura y me mostraron su resiliencia y talentos. Estas interacciones con ellos me permitieron sentirme en casa cuando estaba fÃsicamente lejos. Debido a experiencias como esta, creo que el hogar es donde sea que estés y te haga crecer.
Los otros fundadores que se volvieron mis amigos y que me llevaron al safari y me invitaron a una deliciosa cena y dÃa en la playa. PodrÃa escribir todo un diario sobre lo mucho que significaron estos últimos dÃas para mÃ. Las conversaciones fructÃferas, la interseccionalidad entre dos culturas y las risas son algo más grande que todavÃa estoy procesando. Solo espero que haya más por venir de estos aprendizajes.
-Escrito por Thalya Ram.